Pero a veces me ayudan a expresar estados de ánimo, a veces me dan la espalda, ¿qué más da? Sigo sirviéndome de ellas como buenamente puedo.
Bueno, voy a lo que voy, que si no me pierdo por los cerros de Úbeda como dirí­a Cervantes... Noto que hay cosas que no siguen igual que hace un tiempo, a pesar de que lo intento, pero no me sale... Quizá estoy empezando a abrir los ojos y veo que mucha gente va nada más que a lo que le interesa, incluso pasando de los mismos que le echan una mano (que, por cierto, deberíamos echársela al cuello), o pidiéndole cosas a gente que casi no tienen relación con ellos... Lo peor no es eso, sino ni siquiera dar las gracias... En fin, no sé... Será que siempre he creido en los (pocos) amigos de verdad, quizá no he tenido o no he querido tener otra opción, en esos que se pueden contar "con los dedos de una mano". Y ahora yo me pregunto una cosa: ¿es todo el mundo así­? Si la respuesta fuera afirmativa sería para perder la ilusión, cosa que, al menos de momento, no voy a hacer. (De momento, por ser las fechas que son, y como toda pelí­cula de sobremesa de domingo en la tele, creeré en el espí­ritu de la Navidad -¿tono irónico? puede ser-)
Bueno, ésta es una reflexión personal sobre la amistad, quizá apropiada para los tiempos que corren, hablando en concreto y en general; simplemente es lo que estoy viendo, y no solo en relación conmigo... Anyway...