Me he acordado de que el próximo viernes se cierra el plazo para el Concurso de Literatura Fantástica del Colegio y más que por los premios en metálico (máximo 60€ metidos en un sobre cutre escrito a mano) lo he escrito porque nada más que por presentarlo te suben medio punto en Lengua... Chantaje emocional, qué se le va a hacer... Y como el tema era o "la amistad y la unidad" o "la locura transitoria" he optado por el primero y me ha quedado más cursi que una pelÃcula de Disney ( y eso que me gustan, pero...) En fin, es de lo peor que he escrito en los últimos meses, pero para salir del paso...
___El Proyecto de Michel___
Como cada dÃa durantes los últimos tres meses, la música envolvÃa el monasterio. Un joven muchacho habÃa ingresado en la Orden por influencia paterna, ya que su gran oÃdo musical habrÃa sido desperdiciado de haberse dedicado únicamente a las labores del campo. De este modo, aunque padre campesino e hijo religioso no pudieran vivir juntos, sus deliciosas melodÃas podrÃan seguir escuchándose acompañando a las celebraciones religiosas. Al muchacho, Michel, no le atraÃa especialmente este tipo de vida, pero no encontraba una forma mejor para ir progresando en tiempos tan oscuros como estos.
A pesar de haber sido casi fortuita su entrada en el monasterio, los monjes lo habÃan recibido bien, aparte de por su excelente carácter, por su capacidad de que la Edad Media fuera menos sombrÃa cuando Michel se sentaba al órgano y hacÃa salir el viento por los tubos a sus órdenes, gracias a sus escuálidos y alargados dedos, creando una armonÃa hasta entonces desconocida.
- El Abad General me ha informado de ciertos acontecimientos que me han dejado espantado…
La música dejó de sonar. El joven palideció. Sólo habÃa tenido ocasión de ver al Prior el dÃa en que ingresó en la Orden. Pero esta vez no venÃa con los brazos abiertos sino cruzados, y una sensación de temor se reflejaba en los ojos del Prior.
- DÃgame, hermano Prior, ¿qué ha pasado? ¿He infringido alguna de las reglas? – El sudor y el nerviosismo comenzaban a aparecer a partes iguales en el cuerpo del muchacho.
- Acompáñeme al claustro, por favor, la Casa de Dios no es el lugar idóneo para contarle lo sucedido. Pero no se preocupe, no hay nada en contra de usted.
Michel abandonó, con cierto miedo, su preciado instrumento y se limitó a seguir a su superior, sin cruzar una palabra por el camino.
- El Abad General ha sido informado de que se aproxima hacia nuestras tierras una horda de bárbaros en dirección Norte, por lo que en cinco dÃas llegarán hasta aquÃ…
- Y…, ¿qué he de hacer yo? – el muchacho estaba atónito.
- Sé que desde que entró al monasterio, hermano Michel, su amistad con los monjes no ha hecho más que prosperar, que todos lo aprecian por ser el más joven entre todas estas barbas canas. El Abad me ha pedido expresamente que busque a un monje enérgico y cercano que goce de la confianza de toda la comunidad para…
- ¿Quiere decir que tengo la responsabilidad del monasterio?
- Asà es, Michel. Reúna a todo la comunidad e intentaremos, entre todos, trazar un plan para evitar a los bárbaros.
Michel comenzó a conocer las sensaciones de aquellos trabajadores que, de sol a sol, portaban piedra tras piedra edificando una nueva iglesia. Pero la piedra que le habÃa tocado cargar era demasiado pesada. Con tan sólo diecinueve años tenÃa que reunir a los monjes y trazar un plan defensivo para evitar que las posesiones, y en especial las obras de arte, quedaran reducidas a cenizas por parte de unos desalmados. SerÃa el caos para todos aquellos religiosos.
- Hermano Jacques, mañana después de la oración de maitines nos reuniremos todos en la sala capitular, tenemos que tratar un asunto importante…
- Hermano Michel, ¿qué ha pasado? ¿Le han designado como mensajero? – bromeó el monje cuyo harapiento hábito estaba cubierto de tierra.
- ¡Ojalá! – suspiró Michel – pero no, es algo mucho peor…
La melodÃa que sonó en los maitines de aquel dÃa fue casi fúnebre, a diferencia de la alegrÃa que irradiaba en otras ocasiones. Michel, pese a haber estado reflexionando y orando durante todo el dÃa anterior sólo tenÃa una cosa clara: los bárbaros vendrÃan en cuatro dÃas.
Asimismo, los monjes mostraban la preocupación en sus rostros, la tranquilidad brillaba por su ausencia. Era extraño que la reunión se celebrara en la Sala Capitular, que sólo se destinaba a asuntos importantes, como las sucesiones de los abades…
- Hermanos, lamento haber tenido que reuniros de forma tan precipitada y sin ninguna explicación pero ayer fui informado por un enviado del párroco de la villa de que varios campesinos, cuando se dirigÃan a la feria de ganado, fueron asaltados por bandidos, bárbaros que además arrasan todo lo que tienen por delante por el mero hecho de destruir. Estos bárbaros se dirigen… -la pausa de varios segundos del Abad se tradujo en los monjes en un escalofrÃo – hacia el monasterio. Por ello, rogué al Hermano Prior que buscara a uno de vosotros para que os reuniera e intentarais todos juntos trazar un plan para intentar evitar a estos descreÃdos. El hermano Michel, el más joven de vosotros, ha sido el designado de forma que será el encargado de coordinaros.
Tras unos momentos de estupefacción, los monjes reaccionaron y se dispusieron para ponerse manos a la obra.
- Hermano Michel, ¿no cree que deberÃamos proteger la biblioteca? Hay importantes manuscritos que deberÃan ser conservados para la posteridad… - sugirió el hermano François, uno de los amanuenses más sobresalientes de la comunidad.
- SÃ, por supuesto. Para ello algunos de nosotros se deberÃan dirigir desde este momento a la biblioteca y empezar a poner refuerzos en las puertas. ¿Quién está dispuesto a ir para allá?
Una serie de monjes se ofrecieron voluntarios. Entre ellos, dos que habÃan tenido un problema durante el reparto de las comidas y que llevaban un tiempo sin dirigirse la palabra. Sin embargo, uno de los monjes interrumpió el silencio que se habÃa producido
- Pienso que los hermanos más debilitados y todos los ancianos deberÃan dirigirse también hacia aquella zona puesto que estarán más seguros, y en caso de que entren los podremos defender los demás unidos.
- ¿No hay ninguna otra dependencia más segura? – preguntó el hermano Jacques, intentando aportar una nueva propuesta.
- No, porque hay que tener presente que las habitaciones dan al claustro y que allà serÃa fácil subir con simples escaleras. Aparte, por supuesto, de que son mucho más pequeñas y serÃa más difÃcil protegernos si cada uno va por su cuenta… - añadió el hermano Michel, que se sorprendÃa a cada instante de la capacidad de reacción y de colaboración de los monjes en estos momentos difÃciles.
Poco a poco, los monjes fueron olvidándose de todas aquellas disputas que, a lo largo de los años, habÃan enfriado, aún más si cabe, los muros del monasterio. Codo con codo fueron ideando un proyecto común. En éste quedaba reflejado que quedarÃan divididos en la defensa, ya que la mitad de los monjes quedarÃan destinados a la protección de los edificios, mientras que los monjes restantes comenzarÃan a hacer una bifurcación del camino que conducÃa al monasterio para dirigirlo hacia el interior del bosque, de forma que los bárbaros no pudieran seguir el camino correcto.
Cuando llegó el dÃa quinto, cada uno de los monjes se situó en el lugar correspondiente. Michel se encontraba escondido tras unos matorrales cercanos a la bifurcación. El resto de los religiosos rezaban para que al muchacho no le pasara nada.
La horda de bárbaros, unos trescientos según el joven, al llegar a la bifurcación permanecieron varios instantes dudando. Eran dos los caminos: uno conducÃa al monasterio pero tenÃa un gran número de árboles repletos de espinas; el otro, aparentemente más despejado, era el creado por la comunidad. Finalmente, los bárbaros se decantaron por el nuevo camino.
Cuando pasó el peligro, bien avanzada la madrugada, Michel regresó corriendo al monasterio para narrarle lo sucedido a sus hermanos. Pocos podÃan creer que todo habÃa salido bien. Los monjes se abrazaban y daban gracias a Dios. Todos se apresuraron hacia la iglesia.
Michel volvió a sentarse en su querido órgano. Se sentÃa, como desde hacÃa tan sólo cinco dÃas, miembro de su comunidad, una comunidad que estaba quebrantada pero que se habÃa unido ante este problema. Se remangó las mangas del hábito, estiró los dedos y comenzó a tocar una nueva melodÃa, alegre, viva…, que tituló la "Mélodie de l’Amitié".